Blogia

ungradodelibertad

LAST WEEK

En esta ultima semana, se me amontonan las ideas sobre lo que queria escribir, porque llevo un tiempo sin hacerlo y he tenido -o sufrido- muchos monologos interiores estos dias. Asi que para no divagar demasiado (que nos conocemos...), intentare ser breve y dejar mis impresiones en pocas palabras.

La primera semana que llegue a Londres (en realidad, creo que fueron solo los primeros dias, pero bueno, lo dejaremos en "la primera semana"), me sentia un poco ajena a todo. Es cierto que esta es una ciudad cosmolita, que acoge de buen grado a gente de muy diversos paises, razas, religiones o modus vivendi (y operandi). En breves, lo considerado strange deja de serlo, por estas tierras. La convivencia con gente muy diferente a ti se normaliza en el dia a dia.

Pero, a pesar de todo ello, yo venia a London de vacaciones, a descansar, a ver cosas, pero con tranquilidad, sin presiones. Lo que menos me apetecia era ir a la escuela, aprender ingles. Era el medio para estar aqui. No el fin. Yo esperaba encontrarme con paisanos en la escuela, en clase, en el piso... Pero no fue asi. Asi que me vi obligada a hablar ingles y, no hay nada mas cierto: "necesidad, obliga". Cuando tienes que sacarte las castanas del fuego, te las sacas, porque es lo que toca. No te queda otra.

Yo seguia viendo la Gran City como una ciudad para pasar unos dias, para venir en plan crazy tourist, verlo todo, vivirlo todo, patear las calles, hacer muchas fotos, ir de bares, comprar ropas imponibles... y, despues, volver a casa. Londres era el amante necesario para salir de la rutina matrimonial de Manoland. El amante de paso, al que dejas tirado en la primera estacion de servicio, en cuanto te has cansado de el (un guino para Enci, la misandrica, jaja). Pero no un lugar para quedarte. Nunca un destino.

Sin embargo, hace unos dias tuve una sensacion muy extrana. Salia del metro, la gente se agolpaba para salir todos a la vez, en el mismo segundo. Y en ese instante, un nido de manos, un camino desordenado de pies hacia diferentes lugares, muchas vidas confluian en el mismo lugar del mapa. Y mire las manos de la gente. Y senti que la mia pertenecia tambien a ese nido humano. Que yo era tambien "un poco Londres".

Y me encanto.

Y desde entonces estoy pensando si

quizas

algun dia

cercano

o no

Londres pudiera ser un lugar para quedarse.

(Imposible no divagar... lo siento).

FIRST WEEKEND

Como el fin de semana de llegada a London fue algo accidentado -leer dos posts mas abajo-, consideraremos que este ultimo ha sido mi primer finde en la city. El caso es que el sabado por la tarde quede con G., mi amiga italiana, con animo de visitar el British Museum. El plan era: visita cultural, tomar algo tranquis y come back home. JA JA JA y JA. Venga, eh, que nos conocemos... Al museo fuimos, sip, hasta ahi todo bien -objetivo cumplido-, ademas me encanto, hay un monton de cosas curiosas, y no solo la piedra Rosetta, la Reading Room frecuentada por Gandhi, Lenin o Marx, o el gran espacio cubierto del piso de abajo disenado por Norman Foster; por ejemplo, la sala destinada a Africa es todo un descubrimiento y nada despreciable la de China.

A las 5.30 cerraban el British... que hacemos?? Quedamos con otros dos amigos italianos, fuimos a una taberna cerca de Soho a cervecear, cayeron dos Guiness, cerveza a la que tengo gran querencia -reminiscencia del tiempo que vivi en Dublin-; luego a cenar, cayo otra Guiness; y, despues, vuelta a la zona de Soho (por cierto, los periodicos contaban que la semana pasada varios famosetes zig-zagueban por sus calles) a un bar de ambiente, donde se dejaron caer un par de Guiness mas. Alli estuvimos hablando con un modelo negro (todo fashion el) que no paraba de repetir con voz de pito que nos queria a todos, "i love you, i love youuuu" -que efusiva es la gente por estos lares-, mientras su "novio" o lo que fuera estaba a punto de caerse todo el rato, tambaleandose y preguntandome: "where are you from?" y a los cinco segundos: "... mmm... where are you from?". Tambien si G. era mi novia. Y yo: no, no, solo mi amiga. En fin, gajes del oficio de la noche, cuando se osa invadir territorios ajenos.

Sobre las 02.00 decidimos ir a un pub, pero solo abrian hasta las 3.00 y la entrada valia 10 pounds!! Por una hora!! Ni de cona. Estuvimos trasteando por las calles y sobre las 4.00 pensamos en volver a casa. A alguna casa, como dice Calamaro en una cancion. Da igual cual. El caso es que yo habia dejado la mia a las 14.00 del sabado y hasta las 19.00 del domingo no apareci de nuevo, ante el estupor de mis flat-mates.

Hoy visitaremos Buckinghham Palace... To be continued in the next post.

LIVING IN A TOWER OF BABEL

Hello. Me decian que London estaba lleno de espanoles, que no iba a haber manera de que practicara ingles, que a cada paso me toparia con uno de Malaga, con otro de Cuenca, con un "co" familiar, con un "vamos, pues"... y yo me lo creia... ingenua de mi. En mi clase de English no hay un puto espanol, en mi piso tampoco, pero es que en mi edificio -habitado por gente joven que viene a estudiar o a trabajar a London- tampoco, ni uno ni medio. Por lo cual me veo obligada a chapurrear mi ingles por doquier. Mi mejor amiga aqui es una chica italiana, con la que me entiendo a pesar de que ambas hablemos de put_ cul_ el idioma de los hijos de la Gran Bretana. Hay veces que, hablando el mismo idioma, no tienes nada que decir. Pero cuando hablando idiomas diferentes sabes que te gustaria decir muchas cosas es estupendo, a la par que frustrante. De momento, he visitado Camden Market -me compre una chaqueta multicolor que no se si sera ponible en Spain, en London todo parece posible y se distorsiona tu perspectiva un poco-, la National Gallery, Trafalgar Square, el Big Ben, la B.A. London Eye -me falta montarme en ella- y he paseado a orillas del Tamesis. Queda mucho por hacer. Pero el tiempo pasa deprisa, tan deprisa...

ARRIVAL IN LONDON

Bueno, pues ya estamos por London. Hay que decir que la llegada fue bastante accidentada, por varios motivos: primero, el vuelo se retraso; segundo, decidi -en mala hora- coger el bus Terravision que sale de Stansted a Londres, ya que en el avion nos dijeron que tardaria solo 55 min -incierto-; tercero, la oficina de pisos ofrecia el servicio de entrega de llaves unicamente hasta las 22.00 y a las 21.30 el bus me dejaba en Victoria Station, teniendo todavia que coger el metro hasta Gloucester Road y caminar 5 minutos hasta la oficina. Ante tal coyuntura, lloviendo a cantaros, arrastrando mi maleta de 14.5 kg -ajuste el peso a la perfeccion, un ole por mi-, decidi coger un taxi negro londinense, al que intente abrir el maletero sin exito y ante el estupor del taxista, jaja, diria: esta flipadilla... Efectivamente, los taxis londinenses no abren el maletero, tienes que meter la maleta contigo en el asiento de atras. Bien, asi que llegue a la agencia por los pelos, alli habia quedado por telefono con el recepcionista, pero cuando llegue a la calle estrecha, angosta y oscura donde se encontraba la agencia, alli no habia ni dios. Le llame de nuevo, me dijo que le diera cinco minutos, le dije que ok. La verdad es que, cuando le vi llegar, me parecio un tipo bastante raro, pero bueno, yo solo queria llegar al piso cuanto antes. Una vez obtuve las indicaciones del mismo, intente coger el metro hasta Barons Court -cerca de my flat-, linea azul de Piccadilly, pero fue imposible, pedian el importe exacto del billete -que no lo llevaba- y la puta maquina no aceptaba mi tarjeta. Pos fale, pos bueno, pos malegro, volvi a coger un taxi. Llegue al piso, chipiada, moskeada, no podia abrir la puerta, no funcionaba la jod--- llave o que??? Finalmente, cuando ya estaba decidida a ir a buscar a un tal Giovanni que me habian indicado en la agencia como persona de referencia, el cual se encontraba en el apartamento 2 -el mio es el 9- se dignaron a abrirme la puerta, era una chica francesa, Sophie, parecia maja -abro parentesis: ayer me entere que convivo tambien con dos chicos, un frances y un italiano, hoy nos hemos topado los tres en el wc, bonita manera de conocernos, e higienica ante todo-. La vision de mi habitacion, de nuevo, desoladora: un cuartiche con suelo de moqueta azul, unos muebles blancos destartalados que daban penilla, una tele del ano la Polca -lo siento, este teclado me obliga a escribir cual soez chunguilla desprovista de glamour- las cortinas verdes y sucias, la cama sin hacer; diosss, donde me he metido, pense. Para olvidarlo, me eche a dormir y no me desperte hasta las tres del mediodia del domingo -y porque me llamo mi madre por telefono-. Ahora estoy en la escuela, la Malvern House, cerca de Piccadilly Circus, ya he hecho el examen de nivel (Intermedio, como siempre, hay cosas que nunca cambian). L. iba a venir hoy para quedarse conmigo esta semana, pero han cancelado su vuelo por la niebla... la fatalidad me persigue, amiguitos. Que sera lo proximo? Una epidemia de peste? El cierre de mi parada de metro por obras? O morir arrollada por el sombrero de la reina de Inglaterra en uno de esos arranques de viento tan habituales por estos lares? Para que luego digan del cierzo...

NOVIEMBRE

Vuelvo ahora de tomar unas copillas con tres amigas, y ya estamos en noviembre, mes de tránsito al invierno. Desenredo los recuerdos y publico un poemilla que escribí con dieciocho noviembres... ha llovido bastante desde entonces.

 

Esta tarde siento noviembre

en cada suspiro, en cada ausencia;

siento noviembre en la sombra

silenciosa del otoño.

 

Ahora recuerdo despacio

un presente que fue mío

y las hojas en la acera

murmuran un tiempo roto.

 

Castañeras en la esquina,

música gastada, sueño,

nubes bajas, sol distante

y una vida en línea recta.

 

Brisas trae mi soledad

que suspira en los tejados,

ajada por viento y aire,

suavizada por los días.

 

Los gatos de la memoria

comen restos de un pasado,

espinas que fueron horas

de ferias y juventud.

 

Hoy noviembre ha dibujado

su contorno en mi ventana,

humo gris de chimenea

y una huella en el asfalto.

 

Tantos pasos en la tarde

y una senda inacabada,

noviembre será el camino

para alcanzar el invierno.

 

Todavía quedan días....

Todavía queda tiempo...

 

MÁS FLACOS Y MÁS VIEJOS

Hoy te he visto, caminabas distraido concentrado en la música de tu Ipod, concentrado en tu propio despiste, pensando en vetetuasaberqué. En el trabajo, en tu familia o en alguna chica. Dando vueltas.

No has cambiado de ciudad. Observabas tu propia imagen en los cristales de los coches ajenos, de los portales de otros, en pequeñas concesiones de vanidad inconsciente.

Estás más delgado. Pero mantienes tus patillas indelebles, inmunes al paso del tiempo. Llevabas un periódico en la mano y, en acto de nerviosismo, lo zarandeabas de vez en cuando en el aire, sin dejar de caminar.

Y no sé. De pronto, he comprendido por qué lo dejamos. Y por qué, aunque nos hayamos cruzado varias veces, no nos hemos vuelto a ver.

Aunque yo tampoco he cambiado de ciudad. Y aunque los dos seamos más flacos y más viejos. O quizás, precisamente, por eso.

DE LOBOS ESTEPARIOS Y LOBAS URBANITAS

La semana pasada terminé, por fin, con la que es considerada por muchos la obra cumbre de Herman Hesse, "El lobo estepario" (1927). La pista de este libro me la dio una de las comentaristas del blog y, vaya con el librito, tiene tela, sobre todo por sus componentes surrealistas y las divagaciones finales en las que se interna Hesse en las últimas páginas. La historia de Harry Haller, el prota (casualmente comparte iniciales con el autor, lo cual nos hace pensar en una narración autobiográfica), es la de un tipo solitario, desarraigado, que lucha con una dualidad constante en su personalidad entre el hombre y el lobo, que convive en continuo conflicto consigo mismo y con el medio.

Yo, por mi parte, como la lectura del libro me dejó bastante traumada, he intentado desligarme lo más posible del personaje en los últimos días. Y aunque todos, en ocasiones, tenemos nuestros momentitos de lobo estepario, de misantropía, de desgana social, la última semana me alejé bastante de las estepas para internarme en los vericuetos urbanos más profundos.

Para empezar, el jueves cena con los compañeros de curro, porque nos dejan dos de ellos: M. nos abandona buscando la aventura de su nueva vida en Dubai, y J.L. emigra hacia tierras castellanas para ampliar su formación y, ya de paso, cambiar de aires (eso que necesitamos todos, de vez en cuando). Fuimos a La Paradica, un bar del Tubo, y luego de fiestuqui. Estuvo muy bien la cosa y mejor que habría estado si a la mañana siguiente no me hubiese tenido que levantar a las 6.30 para ir a trabajar, habiendo dormido dos horas y con un resacol del quince, después de varias cervezas, vino, sangría y un par de copazos de vozka.

Aún así, sobreviví a la jornada (porque yo lo valgo) y, en cuanto comí, me puse rumbo a los Madriles. Llegué ya entrada la noche, fuimos a cenar y después a Malasaña. Celebrábamos el cumpleaños de my sister. A las cuatro (por mucho que yo lo valga), me caía de sueño. Así que hice mutis por el foro y cogiendo un taxi, abandoné la noche.

Y es que ahí no acababa la cosa, el sábado noche quedaban dos cumples por celebrar, el de P. y el de S. Organizamos fiesta en casa, como P. es cámara de Tele-5, la casa se llenó de diversos frikis del medio, al final intentábamos respirar el mismo aire más de treinta personas, cual Gran Hermano masivo (con una Mercedes Milá histérica por el omiso caso a sus reiteradas campañas anti-tabako). Pasadas las seis, la gente empezó a abandonar el barco. Y yo respiré tranquila porque tenía unas ganas de pillar el sobre... tremendas!

Por la mañana, levántate a las 10.00, coge un autobús incómodo y destartalado y regresa a Mañoland, come, échate la siesta y vete a currar, que entras a las 22.00.

Y aquí sigo. Como Harry Haller, ante la puerta del Teatro Mágico. Y una inscripción que dice: Entrada no para cualquiera.

Pues eso. Que sólo a unos pocos inconscientes se nos ocurre pegarnos semejante paliza el fin de semana... el fin de semana! Ese tiempo ideado, teóricamente, para el descanso de cuerpo y mente, y el dolce non fare niente, que tanto se agradece después de currelar.

Ahora sí, me voy al sobre. Que me lo he ganau. Por inconsciente.

PILARES DESDE LA BARRERA

No, no me he caido por ninguna alcantarilla de Mañoland, no he emigrado a Laponia huyendo del gentío popular de las fiestukis patrias, no me he desmayado de emoción al ver a Los Chichos de cerca cantando esos grandes y renovados hits que todos tenemos tan dentro (ni má, ni meno, ni má, ni meno..., olé ahí), ni tampoco he sufrido un brote etílico en Interpeñas cual quinceañera inexperta en cata de calimotxo y querencia agresiva a la barra (aunque poco me ha faltado... me cuesta madurar, sip).

Aquí estamos, en medio del chaparrón devoto venerando las Fiestas de Nuestra Señora, cada uno a su manera, cada cual a su ritmo: unos de conciertos, otros trabajando; unos de vaquillas, otros trabajando; unos poniendo a prueba los límites de su hígado, otros trabajando. Sí, sí, que me toca currelar en estas fiestas, siguiendo mi tradición de pringada-woman. Y no es que me haya hecho camarera, tendera, vendedora de globos o de flores luminosas... es que la gente está muy nerviosa con esto de la crisis económica y les ha dado por la hiperactividad financiera, que si vendo esto, que si compro aquello (aquel que puede vender y comprar, claro, otros observamos la lluvia desde la ventana y a esperar que pase).

El domingo pasado le dimos un toque más de rancia melancolía a la jornada y nos fuimos derechas a la Pza. del Pilar a ver a los de Pucela. Y claro, con la que está cayendo, hablar del caso Gal y de Roldán, como que no viene a cuento. El ni má, ni meno, ni má, ni meno permanecerá, pero hay cosicas que tenemos que actualizar, hombre. Renovarse o morir, dicen. Que tomen nota algunos.

Respirando esa extraña mezcla de trasnoche y nostalgia del pasado estábamos, cuando se hizo una canción:

Caminando por las calles, todo tiene igual color, siento que algo hecho en falta, no sé si será...

Y en esas estamos.

Y esperando la huida a Londres, también.

Ya sólo queda un mes.

 

HACIENDO EL BESTIA... Y DESPUÉS LA MELANCOLÍA

Anoche "celebramos" la despedida de A. y L., que nos abandonan en busca de nuevas experiencias profesionales y vitales, en Bolivia y Noruega, respectivamente. Para ello, fuimos a cenar al Restaurante Los Bestias, donde hicimos bastante el idem, poniéndonos ciegas de sangría (servida en orinales), subiéndonos encima de las sillas para bailar (si así se puede llamar al acto de menear el pandero sobre unos tacones en un espacio micro-reducido) y alguna que otra tesitura en la que se tuvieron que ver nuestras anfitrionas (léase, como muestra, fingir un orgamo en público), pasando la prueba con nota.

Después, sombrero de cow-boy en ristre, nos dirigimos al Casco. Allí, bailes, risas y, algo en lo que somos expertas, hacer el canelo hasta bien entrada la noche.

Se van dos componentes esenciales de este grupo nuestro, dos amazonas que luchan por su futuro, cada una a su manera, cada una con sus cosas, con sus aportaciones, con su personalidad inimitable. Y, aunque todos sabemos que este viaje es para bien, y seguramente en cuanto pasen unos días van a estar perfectamente adaptadas al nuevo escenario que les espera, va a ser imposible no echarlas de menos.

Hasta pronto, chicas. Nos dejáis con el corazón un poquito más encogido de lo normal.

 

"NOCHE EN BLANCO"

El sábado por la mañana salí para Madrid. Una vez allí, quedada con amigos, "noche en blanco" dicen, noche de colores fue... Cena en restaurante asiático, espectáculo de luces y sonido en Conde Duque, ralladas sinestésicas (un guiño para S. ;), exposición de fotografía, cortos en Colón, vuelta por Malasaña, "filosofadas" y "burradas" con tres de Carabanchel y mucha coña marinera. Reencuentros, conversaciones, risas y ganas de vivirlo, no para contarlo, sino para vivirlo. Sin más.

El domingo, de ruta por la capi (gracias, J.) y el último café en Atocha.

Ya en Zaragoza, me topo de morros con la clausura de la Expo, los fuegos artificiales y la concentración de peña para coger el 51 en Estación Delicias. Mi maleta y yo, también allí. Una hora de espera.

Y mientras, los fuegos (demasiado) artificiales. Y mientras, Madrid en la distancia. Y aquí, tres horas de escaso sueño para afrontar los lunes. Y las "mañanas en blanco".

ENAMORADA DE LA MODA JUVENIL

¿Habéis visto que buenos están los maniquíes de ElCorteInglés? Con esa mirada lánguida, de hombres interesantes y vividos, ese porte, esa pose, esa elegancia contenida y mundana. "Adelanta tu cita en la cuarta planta", dice el slogan. Y te dan ganas de subir echando leches a pedirles hora en su agenda, para quedar en la cuarta planta, en menaje y hogar, en la entrada de los ascensores o en la sección "vuelta al cole"... Donde sea. Todo por esa cita.

Últimamente, ha invadido el escaparate una cuadrilla de tías pijas, haciendo posturitas, con el pelo de fregona y vestidas también de la cuarta. Habrá que afilar los colmillos para acoquinar a la competencia. Grrrrr.

Por mi parte, lo tengo decidido. Como me empiecen a tocar la moral en el trabajo, me veo pidiendo el application form para ElCorte. Cada vez que corro hacia el curro por Sagasta, con mis prisas, mis agonías y preocupaciones existenciales, me viene a la cabeza esa canción de Radio Futura y pienso: Sí, yo caí... enamorada de la moda juvenil, de los chicos, de las chicas, de los maniquís (esa castiza formación del plural)... Y ya no sigo más.

Esa canción tiene un párrafo muy bueno y desconocido para el gran público, que dice así:

          Zapatos nuevos, son de ocasión
          oh, que corbata, que pantalón
          vamos, quítate el cinturón
          y la tarde es de los dos.

Ante semejante arte compositorio -que no supusitorio-, sólo puedo decir: Qué grandes fueron los ochenta!!!

(Y qué buenos reservas los del ochenta y tres).

ME GUSTARÍA CONOCERTE

Cierro el mes de agosto en el blog haciendo un resumen de la última semana, en plan flashes, en plan titulares, pestañeos de palabras, en plan rápido... como va todo últimamente.

Estos últimos días han sido una maratón de Expo (me reafirmo en las impresiones defraudantes que tuve en la primera visita), piscina (en un intento vano de aprovechar los últimos rayos del verano para morenearme), cine ("Una palabra tuya", basada en la novela de E. Lindo, peli que vale más por la sensación contenida que deja flotar en el aire que por lo que dice expresamente), lectura (empecé la "saga de la Nocilla" de Fernández Mallo, pero no en orden -como acostumbro-, la Experience la primera; y, además, me encontré con un libro-regalo de S. que he engullido a ratos muertos, en el curro, en las colas, en los autobuses... lo normal) y trabajo, sobre todo, trabajo.

Mientras tanto, los conductores de Therpasa siguen pensando que soy la Línea de la Esperanza, me cuentan sus vidas, sus historias, sus movidas, preguntan mi nombre, agradecen que alguien les escuche... Y a mí me entra un poco el complejo de locutora de Hablar por hablar. Pero, en el fondo, me encanta. Aunque yo no se lo digo.

Dice Frédéric Beigbeder que el amor dura tres años*, yo no sé si dura tres años, tres meses, tres días o sólo un segundo, pero sé que necesitamos ese chispazo en nuestras vidas, aunque sea de vez en cuando, esa mecha que nos mueva hacia adelante.

Y me encanta que el mes de septiembre comience un lunes. Un lunes cualquiera, vas y te topas conmigo. Y entonces me tienes que invitar a un helado de dos bolas gigantes de nata y fresa, a una cerveza o simplemente a una palabra. Y me dejas una nota: "Me gustaría conocerte". "Si tu me dejas". "Si me das tiempo".

Los "días uno" de cada mes son siempre el comienzo. Y el comienzo es tiempo condicional de deseos.

 

* Beigbeder, F. (2005): El amor dura tres años, París: Anagrama.

 

EL ROSARIO DE LA AURORA

Cuando se mezclan amigos, malentendidos y alcohol, el resultado puede acabar como el rosario de la Aurora. La Aurora, esa tipa que aparece con su rosario (esperamos que no sea tan macabro como el de Valderrama, construido a base de piños, por muy blancos que éstos sean), cuando nadie ha requerido su presencia. La Aurora, esa vieja beata que espera a que se prenda la mecha para saltar con sus reproches rancios, rumiados en la garganta del tiempo que desgasta. La Aurora, que a veces se aparece como los fantasmas.

Y luego desaparece. Y te deja como la riada, pensando qué ha pasado, en qué momento se ha disparado el gatillo de las acusaciones indebidas.

Y luego recapacitas. Y en eso estamos.

MINI-BREAK

Por fin, terminó la semana trabajando de noches.

Por fin, van a dejar de bombardearnos con los JJ.OO.

Por fin, me he dado cuenta de algunas cosas. Ya no hay dudas ni sitio para ellas.

Este finde me voy a la playita a descansar, a trasnochar (aprovechando que he (mal)acostumbrado a mis bioritmos), a ponerme alguna medalla (ya que no las ganan otros) y a perder la noción espacio-temporal (pies, sobrevolad la tierra).

A fiestear se ha dicho.

A la vuelta, lo cuento tóóóó.

UNA RACIÓN DE MARIO

Mi cuerpo, este cuerpo, es lo único mío.

Así, gastado y todo, con sus pozos de tiempo,

sus lunares testigos, su archivo de caricias

y sus escalofríos.

Mario Benedetti

TESIS, SÍNTESIS, ANTÍTESIS

1.  Tesis: 

    El verano reblandece mi cerebro y consume mis energías.

   Hace que me arrastre cual ameba resarcida en su propia inactividad.

    De ahí, el abandono del blog.

    Entonces recuerdo... él no lo haría.

    Por eso, he vuelto.

    Para asumir mis responsabilidades para con él.

 

2.  Síntesis:

     Quedé con el maromo del post anterior. No estamos predestinados. Y hasta ahí puedo (quiero) leer.

    Trabajo como una negra. Y nadie me lo agradece.

    Desaparecieron los tapones que me impedían escuchar la vida. Ya no estoy como una tapia.

    Por fin, he visitado la Expo. Muchos pabellones son, directamente, una tomadura de pelo.

    Anoche estuve en "las playas". Y me gustó el sitio... zí, zeñó. 

    El próximo finde, me escapo a la playa. ¡La de verdad!

 

3.  Antítesis:

    Domar la emoción y meterla en un tarro.

    Cómo se aprende eso.

    Dónde.

    Nadie.

 

 

 

DILEMA MORAL

La última semana ha sido movidita; por una razón o por otra, ningún día me acosté antes de las 2:00, lo cual no deja de ser un mérito si tenemos en cuenta que mi despertador es como un viejo insomne que se levanta cada día a las 6:00, despertando a toda la familia.

Destacable fue la despedida de E. en Café del Mar (abandona el calor de esta ciudad por las playas maltesas, qué suerte tienen algunas), el masaje improvisado, la innovación de sabores con la caipirinha asquerosa (innovar no siempre es sinónimo de éxito; y el aguardiente brasileño no está hecho para todos los paladares), las fotos repetidas una y otra vez, con toda la variedad de poses de sosivainas.

El sábado trabajé por la mañana (me estoy ganando el cielo, con tanta hora extra pasablemente remunerada) y por la noche quedé con Lo., Le. y R. Doble L. y yo acabamos saliendo, frustrándonos a cada paso, en cada bar, por la cantidad y, eso sí, diversidad de freakies sueltos que cohabitan en esta nuestra city. Estaban los freakies maquineros, los freakies penosos, los freakies trasnochados... Gran surtido Cuétara, zí zeñó.

Ante semejante panorama, decididimos irnos a casa. Justo entonces se me acerca un tipo. Dice que estamos predestinados. Tiene "razones de peso" para pensarlo. Pero, de momento, nuestros horarios son incompatibles. Esta semana trabaja hasta las 22:00, hora a la que yo precisamente entro a currar. La única posibilidad que nos queda es vernos el fin de semana y yo tenía previsto irme al pueblo. Qué hacer. Compromiso familiar o posible pavo de mi life. Dilema.

Consejos quiero.

EL SÍNDROME DEL CABEZUDO

Anoche estuve cenando en La Birosta con Je.*, una amiga de siempre, que hacía ya varios meses que no veía. Estos reencuentros son la leche. Es cuasi-mágico comprobar que, a pesar del paso del tiempo, de las distancias, todo sigue igual. La complicidad, la confianza no se han movido de su sitio. Casi al revés, se han cimentado con el abono del conocimiento mutuo. Así que te sientas enfrente de una tía de veinticinco tacos –igual que tú- que ya poco tiene que ver con la enana de ocho que llegó nueva al cole y a la que hacías trampas en el recreo para que le tocase siempre “pagarla”, como a todo “nuevo” que se precie, hasta que os hicisteis inseparables. Y hablas con ella de mil y una cosas, te sinceras –a ti que tanto te cuesta-, das y recibes consejos –esos que necesitas escuchar de gente como ella- y te papeas unas salchichas de soja, mientras tu contrincante-amiga hace lo propio con su falafel; ello aderezado con unas papas con su correspondiente veganesa. Y aunque no eres especialmente fanática de la cocina vegetariana, y donde estén las frankfurt tradicionales que se quiten éstas, y la veganesa no tenga la gracia huevuda de la mayonesa, la cena te sabe a gloria.

 

Después salís de bares, a escuchar buena música, a drinkear varias birras, y marcáis un objetivo para la noche: conseguir un mechero en propiedad, pero no un mechero cualquiera, no, eso sería demasiado fácil, un mechero que pertenezca a un hombre “en condiciones”. Planeamos la conversación-tipo en cuestión, que tendría que ser una cosa así:

-         Hola, ¿tienes fuego? –pregunta retórica, ya que previamente has debido asegurarte de que el mancebo efectivamente le dé al fumeque.

-         Sí, claro, jeje –respuesta tipo de un tipo medio, mientras piensa: he ligado, he ligado...; si realmente está bueno, su pensamiento podría ser otro, digamos: vaya petarda de pava, a ver si renueva su táctica penosa de acercamiento.

-         Esto... ¿y me darías el mechero? –aquí debes ser firme, de la forma en que lo digas depende el éxito de la operación.

 

En fin, por h o por b, el caso es que no conseguimos el objetivo. Sí conocimos a un grupillo de dos chicos y una chica, peruano, español y francesa-marroquí, con los que estuvimos un rato hablando amigablemente. Pero nada de ligoteo. Ainsss.

 

Antes de conocer a esta gente, me pasó una cosa curiosa. En uno de los bares en los que estuvimos, vi de lejos a un viejo love de hace algunos años. Tenía tantas ganas de saludarle como miedo. Mi amiga: que sí, que sí. Y yo: que no, que no. Pero en cuanto vi que salía por la puerta –creo que él no me vio-, me quedé con las ganas de haberle dicho algo. Puto síndrome del cabezudo...

 

Yo lo llamo así, porque es algo que me ha pasado toda la vida, desde que era pequeña. Ya cuando tenía la tierna edad de dos o tres años y mi padre me llevaba, subida siempre en sus hombros, a ver los cabezudos para las Fiestas del Pilar o del barrio, mi mayor deseo era acercarme a uno de ellos para saludarle. El Morico era mi favorito. Pero una vez que mi resignado progenitor me bajaba de sus hombros y me acercaba para que el cabezudo me diese la mano, a mí me entraba una especie de acojone interior, me revolvía y gritaba: mano nada, mano nadaaa... Y cuando el cabezudo, asqueado, se marchaba, otra vez quería yo que me llevase mi pobre padre a saludarle. Repitiendo de nuevo la jugada.

 

En fin, ese síndrome lo sigo arrastrando a día de hoy. Quiero una cosa, pero cuando veo que la puedo conseguir, me da miedo. Y, finalmente, cuando la he perdido, pienso: joder, qué tonta he sido, tendría que haber hecho nosequé o nosecuantas... Me dijo Je. que a ella le pasaba lo mismo. Pero, ya se sabe: mal de muchas...

 

* No pongo j. para que no haya lugar a confusión (va por ti, Pekesauria!).

EL DOLOR

Sé que he tenido muy abandonado el blog últimamente. Pero he estado tan concentrada en mi propio dolor de piños, que no he tenido mucho tiempo -ni muchas ganas- de sentarme a escribir.

Esta ortodoncia me va a matar... Después de hinchárseme el morro a lo Carmen de Mairena, intoxicarme a base de ibuprofenos, sprays, pomadas varias y cera, parece que la cosa ha mejorado algo.

Pero ello no obsta para que el dolor haya sido el prota de estos últimos días, como lo fuera en la angustia de Sylvia Plath.

Cuando el dolor te vence, cuando el dolor físico te puede, sólo queda el resarcimiento en el "yo" profundo.

Concentrarse en el dolor de un ojo, de una uña o de un diente. Desentrañar las vísceras. Arañar las heridas. Alimentarte de ti. De tu cuerpo. De tu materia. Compadecerte. Guardarte duelo. Y el aullido. Y el silencio.

Mientras tanto, muchas cosas han pasado. Encuentros, reencuentros y despedidas.

Y el dolor como testigo.

GENERACIÓN Y

Leo en El País del domingo un artículo de Almudena Corral, directora de Calidad y Procesos en Hay Selección, que, por el hecho de haber nacido entre 1980 y 1986, me encuadra dentro de la que denomina generación Y, jóvenes que -dice- "disfrutamos del trabajo con fines cortoplacistas". Somos la generación bocadillo entre la generación del Baby Boom (nuestros precedentes de los años 60 y 70) y la generación X (que ya nació con el portátil, el euro y el móvil -ya pronto jubilado por el iPhone- debajo del brazo). Dice Corral que no entendemos el largo plazo, que no entra dentro de nuestra filosofía de vida, nos convierte en poco menos que profetas del Carpe diem laboral, huyendo del workalcoholic de nuestros padres. Y en parte tiene razón. Y en parte no. Tenemos derecho a mejorar, a buscar el trabajo que mejor se adapte a nosotros, a equivocarnos, a caernos, a replantearnos las cosas, a cambiar, a movernos y revolvernos; en definitiva, a ser infieles a las empresas para las que trabajamos. Al adulterio profesional. También es cierto que muchos jóvenes estarían encantados de cambiar su horizonte cortoplacista por un poco de estabilidad, pero nuestros derechos chocan con nuestras posibilidades reales, con un entorno precario y flexibe (a veces, demasiado flexible); es el escenario en el que nos movemos los licenciados veinteañeros bilingües o trilingües, que ganamos poco más de mil euros mensuales. Las empresas aplican la cultura de la sustituibilidad. Y nosotros nos adaptamos. Sobrevivimos. No es lo que más nos gustaría, pero es lo que hay. Banalizamos la relación corporativa y... En la salud y en la enfermedad, en las alegrías y en las penas... No sabemos si querremos, si aguantaremos o no. Veremos lo que pasa. No prometemos nada.

Mejor no prometer.

Este fin de semana nos juntamos dos de la generación Y en el curro, cubriendo el turno de noche, una del 82 y otra del 83. Qué peligro. La dinámica consistía en recordar canciones de nuestra infancia, buscar la letra en Google -nos debemos a nuestra generación- y cantarla. Así, terminamos rememorando canciones como ésta, que inevitablemente se me pegó durante todo el domingo:

 

Siempre quise ir a L.A.
dejar un día esta ciudad.
Cruzar el mar en tu compañía.

Pero ya hace tiempo que me has dejado,
y probablemente me habrás olvidado.
No sé que aventuras correré sin ti.

Y ahora estoy aquí sentado
en un viejo Cadillac de segunda mano
junto al Mervellé, a mis pies mi ciudad
y hace un momento que me ha dejado,
aquí en la ladera del Tibidabo,
la última rubia que vino a probar
el asiento de atrás.

Quizás el "martini" me ha hecho recordar
nena, ¿por qué no volviste a llamar?
Creí que podía olvidarte sin más
y aún a ratos, ya ves.

Y al irse la rubia me he sentido extraño,
me he quedado solo, fumando un cigarro,
quizás he pensado, nostalgia de ti
y desde esta curva donde estoy parado
me he sorprendido mirando a tu barrio,
y me han atrapado luces de ciudad.

El amanecer me sorprenderá
dormido, borracho en el Cadillac,
junto a las palmeras luce solitario
y dice la gente que ahora eres formal
y yo aquí borracho en el Cadillac
bajo las palmeras luce solitario.
Y no estás tú, nena.

 

Me encanta esta canción. A pesar de los años, conserva toda la melancolía y la tristeza.

 

 

En la próxima entrega, seguimos con el Loco y lo políticamente (in)correcto.