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BAGAJE LITERARIO 2008

Este post lo quería haber insertado en el blog los primeros días del presente año, pero, como siempre, se me ha hecho un poco tarde. Sin darnos cuenta, sin concedernos un instante de reacción, este enero silencioso está a punto de expirar su sesión (y yo con estos pelos).

Ahí va el listado de los libros leídos en 2008 (un año de cambios, un año de ojos abiertos):

1) "Experimentos con la verdad", de Paul Auster. Colección de pequeñas historietas reales y no por ello más versosímiles, ejemplo claro de que, en muchas ocasiones, la realidad supera a la ficción. Curioso y ameno.

2) "Beatriz y los cuerpos celestes", de Lucía Etxebarria. Es la historia de una chica que viaja a Edimburgo para estudiar y se redescubre a sí misma a través de su presente y su pasado. Una historia contada en constante flash-back de idas y venidas entre dos tiempos, que descubre la fragilidad de la prota, su ambigüedad sexual, la complicada relación con su madre... A mí me encantó. De hecho, después de leerlo, estaba tan flipada que se lo regalé a mi mejor amiga para su cumple, acompañando el libro con una foto de ambas en mi noveno cumpleaños. A veces, me gusta recrearme en la melancolía, qué le vamos a hacer. Y, aunque en ocasiones parezca una despegada pelotuda, también disfruto cuidando a la gente que quiero.

3) “De todo lo visible y lo invisible”, de Lucía Etxebarria. Supongo que lo enganché buscando más de lo mismo, más de Beatriz, pero sólo encontré una historia un poco cansina de “ni contigo, ni sin mí, tienen mis males remedio”. Una relación un tanto enfermiza entre la protagonista, una tipa neurótica alter ego de Etxebarria, y un joven y novel escritor provinciano –con novia rancia esperando en pueblo, incluida- es el esqueleto de la trama.

4) “Cómo potenciar tus emociones positivas. ¿Está lleno tu cubo?”, de Tom Rath y Donald O. Clifton. Jajajaaa!!! Without comments. Es un libro que regalaban con una revista. En plan autoayuda y tal... oche, qué pasa??!! Hay que leer de todo.

5) “Velocidad personal”, de Rebecca Miller. Conjunto de relatos cuyas protagonistas son mujeres. Mujeres muy distintas que afrontan la vida de modos muy diferentes, cada una en función de sus especiales circunstancias y su genuino carácter. Me remito a lo que escribí en su día en VELOCIDAD PERSONAL.

6) “La vida es un guión”, de Isabel Coixet. Interesante recopilación de artículos de la Coixet, fue un libro de préstamo, que devoré en un par de tardes. Muy recomendable.

7) “Semáforos”, de Diego Llorente (poeta y, sin embargo, amigo). Diegolo, no te quejes, que te pongo entre Coixet y Loriga, no está mal para empezar. Semáforos es una metáfora de estados de ánimo, este simbolismo nos permite intuir tristezas, incertidumbres y, cómo no, esperanzas. Todavía tengo pendiente esa crítica (cuando mi luz ámbar deje de parpadear, claro). La ciudad llena de gente, tan vacía...

8) “El hombre que inventó Manhattan”, de Ray Loriga. De este libro escribí ya en TODO POR AMOR.

9) “Tokio ya no nos quiere”, de Ray Loriga. El ex de la Rosenvinge me hizo repetir, pero con desigual resultado. Algo escribí sobre este segundo experimento (segundo para mí, porque el libro data de 1999 y “El hombre...” es de 2004; se aprecia evolución) en TOKIO YA NO NOS QUIERE.

10) “El amor dura tres años”, de Frédéric Beigbeder. Fue un regalo inesperado de una gran compi de confesiones y cervezas. Disfruto con el tráfico de libros. Me lo terminé de leer en la cola de entrada al Pabellón de Japón en la Expo, en mi visita en solitario, cuando se me ocurrió la brillante idea de ir de empalmada el mismo día 31 de agosto (día que caducaban los pases y no cabía ni un alfiler).

11) “El método (The game)”, de Neil Strauss. En general, este libro me pareció una fantasmada y una pérdida de tiempo. Me costó un huevo leerlo porque, pese a la expectativa que me creó en un principio, se hace peñazo a medida que se avanza en su lectura. Cuento con el atenuante de haberlo comprado por error (FRUSTRACIÓN SEXUAL).

12) “El lobo estepario”, de Herman Hesse. Remito directamente: DE LOBOS ESTEPARIOS Y LOBAS URBANITAS, que no quiero convertir este post en un coñazo reiterativo.

13) “La conjura de los necios”, de John Kennedy Toole. Me lo recomendaron dos amigas con bastante buen criterio, me fié de ellas, la idea de partida era también genial: "Cuando un verdadero genio aparece en el mundo, lo reconoceréis por este signo: todos los necios se conjuran contra él" (cita de Jonathan Swift). Pero el personaje de Ignatius, aunque logrado en su patetismo, no acabó de engancharme.

14) “Vivir adrede”, de Mario Benedetti. Se lo regalé a una persona que quiero mucho en un momento delicado. Pero antes tuve tiempo de leérmelo. Tengo debilidad por Benedetti, así que no seré objetiva, la obra es una deliciosa colección de relatos escritos con especial sentido poético y desde la sabiduría de una persona que cuenta con ochenta y cinco otoños en su bagaje personal (como otra que yo me sé...). Y para muestra un botón, algo comenté en ¡¡ÑA ÑE ÑI ÑO ÑU, COÑO!!

LLORAR DE FRAC, DE FLATO, DE FLACURA

Llorar a lágrima viva. Llorar a chorros. Llorar la digestión. Llorar el sueño. Llorar ante las puertas y los puertos. Llorar de amabilidad y de amarillo. Abrir las canillas, las compuertas del llanto. Empaparnos el alma, la camiseta. Inundar las veredas y los paseos, y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.

Asistir a los cursos de antropología, llorando. Festejar los cumpleaños familiares, llorando. Atravesar el África, llorando.

Llorar como un cacuy, como un cocodrilo... si es verdad que los cacuies y los cocodrilos no dejan nunca de llorar.

Llorarlo todo, pero llorarlo bien. Llorarlo con la nariz, con las rodillas. Llorarlo por el ombligo, por la boca.

Llorar de amor, de hastío, de alegría. Llorar de frac, de flato, de flacura. Llorar improvisando, de memoria. ¡Llorar todo el insomnio y todo el día!

Qué sano es llorar la vida, de vez en cuando. Ayer me dio por ésas y estuve un buen rato llorándola con la nariz, con las rodillas, con los huesos, con la memoria, con las arrugas de las manos, con las pupilas, con las ganas, con la sal en el café, con el cuerpo y el temblor en tu barbilla.

Y qué bonito lo dice Oliverio Girondo.

Al fin, llorar de frac, de flato, de flacura.

 

 

 

DE LOBOS ESTEPARIOS Y LOBAS URBANITAS

La semana pasada terminé, por fin, con la que es considerada por muchos la obra cumbre de Herman Hesse, "El lobo estepario" (1927). La pista de este libro me la dio una de las comentaristas del blog y, vaya con el librito, tiene tela, sobre todo por sus componentes surrealistas y las divagaciones finales en las que se interna Hesse en las últimas páginas. La historia de Harry Haller, el prota (casualmente comparte iniciales con el autor, lo cual nos hace pensar en una narración autobiográfica), es la de un tipo solitario, desarraigado, que lucha con una dualidad constante en su personalidad entre el hombre y el lobo, que convive en continuo conflicto consigo mismo y con el medio.

Yo, por mi parte, como la lectura del libro me dejó bastante traumada, he intentado desligarme lo más posible del personaje en los últimos días. Y aunque todos, en ocasiones, tenemos nuestros momentitos de lobo estepario, de misantropía, de desgana social, la última semana me alejé bastante de las estepas para internarme en los vericuetos urbanos más profundos.

Para empezar, el jueves cena con los compañeros de curro, porque nos dejan dos de ellos: M. nos abandona buscando la aventura de su nueva vida en Dubai, y J.L. emigra hacia tierras castellanas para ampliar su formación y, ya de paso, cambiar de aires (eso que necesitamos todos, de vez en cuando). Fuimos a La Paradica, un bar del Tubo, y luego de fiestuqui. Estuvo muy bien la cosa y mejor que habría estado si a la mañana siguiente no me hubiese tenido que levantar a las 6.30 para ir a trabajar, habiendo dormido dos horas y con un resacol del quince, después de varias cervezas, vino, sangría y un par de copazos de vozka.

Aún así, sobreviví a la jornada (porque yo lo valgo) y, en cuanto comí, me puse rumbo a los Madriles. Llegué ya entrada la noche, fuimos a cenar y después a Malasaña. Celebrábamos el cumpleaños de my sister. A las cuatro (por mucho que yo lo valga), me caía de sueño. Así que hice mutis por el foro y cogiendo un taxi, abandoné la noche.

Y es que ahí no acababa la cosa, el sábado noche quedaban dos cumples por celebrar, el de P. y el de S. Organizamos fiesta en casa, como P. es cámara de Tele-5, la casa se llenó de diversos frikis del medio, al final intentábamos respirar el mismo aire más de treinta personas, cual Gran Hermano masivo (con una Mercedes Milá histérica por el omiso caso a sus reiteradas campañas anti-tabako). Pasadas las seis, la gente empezó a abandonar el barco. Y yo respiré tranquila porque tenía unas ganas de pillar el sobre... tremendas!

Por la mañana, levántate a las 10.00, coge un autobús incómodo y destartalado y regresa a Mañoland, come, échate la siesta y vete a currar, que entras a las 22.00.

Y aquí sigo. Como Harry Haller, ante la puerta del Teatro Mágico. Y una inscripción que dice: Entrada no para cualquiera.

Pues eso. Que sólo a unos pocos inconscientes se nos ocurre pegarnos semejante paliza el fin de semana... el fin de semana! Ese tiempo ideado, teóricamente, para el descanso de cuerpo y mente, y el dolce non fare niente, que tanto se agradece después de currelar.

Ahora sí, me voy al sobre. Que me lo he ganau. Por inconsciente.

UNA RACIÓN DE MARIO

Mi cuerpo, este cuerpo, es lo único mío.

Así, gastado y todo, con sus pozos de tiempo,

sus lunares testigos, su archivo de caricias

y sus escalofríos.

Mario Benedetti

TOKIO YA NO NOS QUIERE

¿Qué pasaría si nos despojasen de nuestros recuerdos?

Los recuerdos nos construyen, son los pilares que soportan nuestro presente.

El mundo se reduce cuando uno es capaz de olvidarlo casi todo.

De ello trata "Tokio ya no nos quiere", un relato contra la memoria que acabo de empezar hoy (sigo con Loriga)...

 

Me renuevan en el trabajo. La veleta se detiene un instante, para analizar el viento que la ha hecho girar hasta aquí, hasta esta precisa posición, recopila movimientos previos y medita unos segundos, hasta que el viento vuelva a soplar con fuerza y la haga danzar y dar vueltas, nuevas vueltas de tuerca...

TODO POR AMOR

Resumen del finde:

Sábado noche: Cena en mexicano con amigas para celebrar cumple de una de ellas, puesta al día de nuestras vidas, con un indiscutible tema central: la próxima boda de L. y la previsión del juego que dará su futura suegra en la misma (asunto que, por sí mismo, daría para iniciar un blog temático).

Domingo mañana: Pasar una mañana dominguera en el rastro con tu madre puede ser de lo más entretenido; como normalmente estoy de resaca, ésta ha sido una práctica bastante nueva para mí. Me he dejado poseer por el Espíritu del Consumismo y he vuelto a casa con zarandajas varias, más o menos servibles, según momento, lugar y ganas de hacer el ridículo que se tengan.

Domingo tarde: Huida a la piscina, diez anchos en la Olímpica, más por autoimposición que por placer. Después, me he tumbado a leer para aprovechar las últimas migajas de sol de la tarde. Por fin, he terminado "El hombre que inventó Manhattan", de Ray Loriga. Lectura recomendada, a pesar de que en un principio -debo confesarlo- no me entró por el ojo. La voracidad con la que he terminado rematando el libro no me ha permitido tomar nota de las frases memorables que contiene, como siempre me gusta hacer.

Os dejo un diálogo que recoge en igual medida humor y desolación, ingredientes del tándem perfecto con el que se articula toda la novela. Se trata de una conversación telefónica entre Arnold Grumberg, maduro y solterón vendedor de pianos, con su madre, una vieja sobreprotectora y metomentodo:

-¿Has desayunado?

-Sí, mamá.

-Ya, y mi culo tiene plumas. El desayuno es la comida más importante del día, te lo he dicho cien millones de billones de veces.

-Pensaba ir luego a...

-Ya, y a veces mi culo levanta el vuelo con sus plumas de colores.

-Mamá, por favor.

-Ni por favor, ni leches. DESAYUNA.

-¿Cómo estás?

-Sola. Ah, por cierto, estuve el otro día en el cementerio de Riverdale y estoy pensando seriamente en una de esas parcelitas, cuestan una cantidad insensata de dinero pero creo que merece la pena. Hay sitio para los dos, uno al lado del otro.

-¡MAMÁ!

-Hay que hablar de esas cosas, hijo mío. Uno al lado del otro, como debe ser, no uno encima del otro, como hacen en otros sitios. Por eso sale más caro, pero es una parcelita muy mona. Tienes que venir un día a verlo.

-No creo que pueda, en realidad no creo que quiera.

-A lo mejor te parece una chifladura que una madre quiera estar enterrada junto a su hijo. A lo mejor te parece más propio que te entierren al lado de extraños. Yo sé que me voy primero y espero que tú tardes mucho en venir, pero cuando llegues quiero saber que vas a estar a mi lado. No me importa esperarte cien años, pero quiero estar contigo, hijo mío. No tengo otra cosa.

-Bueno, ya hablaremos.

-Tú tampoco tienes nada más, Arnold. Deberías tenerlo, pero no lo tienes. Siempre pensé que podías haberte casado con aquella rubia, Carla, Clara...

-Ciara.

-Eso. Me gustaba aquella chica. Era gorda, pero parecía buena.

-No era gorda, mamá, y no te gustaba, no te gustaba nada.

-Puede ser, ya casi no me acuerdo. ¿Y aquella otra morenaza? Menuda mujer. Siempre has tenido buena mano con las mujeres, tal vez demasiada. Si hubieses sido más feíto, ya estarías casado y yo tendría nietos y bisnietos. Pero eres un conquistador, Arnold, siempre lo fuiste, como tu padre; a tu padre le caían también como moscas, pero él tenía más cabeza. En fin, lo mismo da que te lo diga. Ahora ya es demasiado tarde.

-No digas eso, quién sabe.

-¿Quién sabe? Yo sé, hijo. No soy muy lista, pero se aprende mucho viviendo. Te veo, Arnold, te veo con los ojos de la mente, sé cómo eres. A ti te gusta fornicar...

-Por Dios, madre...

-Fornicar, sí, señor. Hay que llamar a las cosas por su nombre. Tú fornicar has fornicado lo que has querido, pero no es así como se encuentra una buena esposa. En fin, ya no tiene remedio. A ti no te caso. Se nos pasó esa barca y la siguiente es ya la del viaje eterno.

-Mira, mamá, tengo un día muy complicado, así que no voy a poder hablar mucho.

-Ya me imagino. Ese negocio tuyo es una locura. Seguro que ya tienes gente haciendo cola en la calle. Hay que ver cómo le gustan a la gente tus malditos pianos.

-Te interesará saber que esta semana he recibido tres pedidos.

-A veces mi culo vuela tan lejos con sus plumas de colores que lo pierdo de vista.

-Bueno, en realidad sólo dos.

-Tú sigue así, hijo mío, a tu aire, en tu mundo de la fantasía, y no desayunes y fuma y dale al café y ya verás como todavía te vas el primero a la parcelita.

-Mamá, ya basta.

-No, hijo, no basta. Si me hubieras hecho caso alguna vez, nos habría ido mejor a todos.

-He hecho lo que he podido.

-Lo sé, Arnie, lo sé. Anda, no te enfades conmigo. Tú sabes que te quiero, es todo por amor.

-No me enfado.

-Sí te enfadas, sí.

-Que no...

-Bueno, hala, vuelve con tus cosas.

-Gracias, mamá. Lo cierto es que tengo mucho que hacer.

-Lo que tú digas, Arnie. Cuídate. Te quiero, hijo.

-Adiós, mamá. Cuídate mucho.

-¿Arnie? ¿Estás ahí todavía?

-Estaba a punto de colgar.

-He dicho que te quiero, Arnie y tú me has dicho “cuídate”. No veo yo que sea lo mismo. “Cuídate” se le dice a cualquiera aunque nos importe un bledo que se cuide o no.

-¿Qué quieres ahora?

-Ya lo sabes.

-Adiós, mamá. No puedo estar todo el día...

-Dímelo.

-Mamá, por favor...

-Dímelo.

-Si ya lo sabes...

-No lo sé. Si no me lo dices, no lo sé. ¿Tú sabes cuántos años hace que no me lo dices?

-Mamá, no soy un niño. Esto es ridículo.

-Dímelo, dímelo, dímelo, dímelo...

-Voy a colgar.

-Dímelo, dímelo, dímelo.

-Tienes que ver a un médico, madre; estás perdiendo la cabeza.

-Dímelo, dímelo...

-¡Está bien! ¡Me vas a volver loco! Te quiero, mamá, te quiero mucho. ¿Contenta?

-Gracias, Arnie, y desayuna, por el amor de Dios.

 

VELOCIDAD PERSONAL

Respecto al finde, no comments porque, entre otras cosas, ni siquiera he salido de verdad (sólo en plan abueli -repetido viernes y sábado, pero con diferente cía.- a tomar algo y prontito a casa).

Cuando no se sale, el tiempo se estira como el chicle y se puede dedicar a otros extraños menesteres como, por ejemplo, leer (respecto a las encuestas, ocho libros por español al año me parece una media bastante aceptable, teniendo en cuenta que hay gente a la que "lo que menos le gusta de los libros es lo negro", como me dijo uno hace poco).

En este contexto de amuermamiento findesemaniano, se cruzó en mi camino "Velocidad personal", un libro que recoge siete relatos sobre siete mujeres diferentes, escrito por Rebecca Miller (hija del gran Arthur). Sin darme casi cuenta, me lo he chupado enterito, arrastrada por una prosa ágil, imbuida de poesía y despojada de tabúes sociales.

Por el libro desfilan: Greta, una editora de libros de cocina que un buen día se da cuenta de que va a "deshacerse de su hermoso marido como de un párrafo redundante"; Delia, una mujer maltratada que, tras la última paliza, huye con sus tres hijos buscando sobrevivir; Julianne, una aspirante a poeta que vive con un ex-profesor de Universidad que podría ser su padre; Bryna, la mujer que sirve en casa de Julianne (las historias se entrecruzan, ofreciéndonos varias aristas del mismo cubo, eso me gusta); Nancy, una niña perturbada a la que le gusta ver cuánto puede estar en una habitación sin que su padre se dé cuenta; Paula, una chica embarazada de veintiún años que recoge a un autoestopista quinceañero en la carretera; y, mi prefe, Louisa, una pintora que va de amante en amante, perdiendo el control sobre su vida (uno de estos amantes, Bruno, vuelve a cruzarse en la historia de Nancy).

En fin, como dice Miller en uno de los relatos, "cada cual tiene su propia velocidad personal". Mi velocidad cronológica, me dice que justo hoy me queda un mes para los veinticinco. "Dos" mío, nunca pensé que llegaran tan pronto...

MICRORRELATO FNAC

Extensión máxima: 150 palabras.

Temática: el libro.

Fecha límite: 30 de abril (oséase, hoy).

Resultado: éste:

Llegó a casa cansada de trabajar, encontró un post-it en la nevera: “Esta noche cocino yo”. Encendió la radio mientras se desnudaba, arrancándose el disfraz, esperando que ese cuerpo sirviese para algo más que para vestir ropas de Zara y ordenar latas de conserva por fecha de caducidad. Despojada de tacones y buenos días tenga usted, vio que la mesa ya no cojeaba. Se agachó para recoger un libro de tapas duras y rojas. Acarició la portada con instinto maternal.

 

No encontraba el ingrediente estrella. Caminó los pasillos del supermercado con dedicación. Preguntó a una chica, que le sonrió negando desde labios de carmín. Se dirigió a la cola, aturdido.

 

Había decidido dejar de escribir. Es difícil ver fracasar a un hijo. Arrancó las hojas del último ejemplar y las arrojó a la chimenea. Con las tapas, improvisó un tejado para la casa de muñecas que estaba construyendo.

¿EGÓLATRA, YO???

¡Hola gente! Pensaba que hoy resolvería el misterio que ayer tenía entre manos y, por consiguiente, la recomposición del post que escribí anoche perdería todo su sentido, pero como hoy no he resuelto nada, os cuento lo que me ocurrió ayer con idéntico grado de incertidumbre, para posteriormente invitaros a la reflexión sobre mí persona.

El caso es que ayer, estando en el trabajo, me llamaron al móvil desde un número desconocido y, como yo soy así de flipada, dejé a un cliente en espera para atender la susodicha llamada. ¿Por qué? Se acerca el Patrón de la Facultad de Económicas, San Vicente Ferrer, y no se me ocurrió pensar otra cosa sino que me llamaban desde Decanato para decirme que había ganado el Concurso de Literatura de la Facultad. Total, que al final el individuo que osaba interrumpir mi trabajo preguntaba por un tal Juan, es decir, se había equivocado el piltrafillas!! Le contesté un poco mal cuando empezó a confirmarme el teléfono al que llamaba (sorry, Juan's friend, si me lees) y cuando quise recuperar al cliente que tenía al teléfono, me había colgado. Una, que es toda una profesional.

Pero ahí no acaba la historia; cuando llego a casa me indica mi madre que me ha llamado una tal Itzíar, de la Universidad, que si la conozco. Y yo: no, madre, no conozco a ninguna persona con ese nombre de la Uni, no sería Lucía en lugar de Itzíar? (Abro paréntesis para los ajenos al gremio: Lucía es la Vicedecana de Estudiantes de la Facul y, cómo no, pensé que me habría llamado para anunciarme que había ganado el citado concurso). Y mi madre: No, no, hija, ha dicho Itzíar muy clarito, no tengo ninguna duda. Y yo: ajá, ajá (mi gozo en un pozo).

Con el objetivo de paliar mi estado de neurosis paranoica, por la tarde, después de echarme la siesta, decidí acercarme a la Facultad de Económicas, a ver si así salía de dudas. Llegué sobre las 21:00. La puerta de Gran Vía me remitía a la de Dr. Cerrada -"por obras", decía el cartelito- y la entrada de Dr. Cerrada me reenviaba a Gran Vía. Joder, qué graciosos, pensé. Y como vi luces dentro, me pusé a llamar para ver qué pasaba. Por supuesto, nadie me cogió el teléfono. Y me volví a casa con el rabo entre las piernas -es un decir, eins-, sin resolver na de na, vaya.

Y ya para rematar la jugada, cenando, le digo a mi padre: Por cierto, padre, el día 4 de abril tendrás la oportunidad de hacerte famoso porque paso de pedir un día libre en el curro para recoger el premio literario. A lo que me respondió mi prudente progenitor, tenedor en ristre: Claro, hija, pero primero te lo tendrán que dar, no? Mmm, cierto, no había caido, nada que objetar.

Hoy todavía sigo sin tener noticias, por lo visto la Facultad no abre esta semana de tardes. Me lo ha dicho Perico Arrojo, al que me he encontrado al mediodía.

Mi reflexión a toda esta parrafada y adonde quiero ir a parar después de semejante rollo ES: ¿De dónde me surge esa seguridad en lo que escribo, en "mi obra" (por llamarlo de alguna manera)? ¿Acaso la gente que escribimos somos como los abuelos con sus nietos -léase libros, relatos, poemas...-, que aunque la criatura sea cejijunta, bizca, con granos de pus en la cara y joroba (léase, mediocre, repetitiva, simplista o sin gracia alguna) siempre será guapisísima a ojos de su yayo??? No sé. ¿Qué opináis? Lo cierto es que ayer me sorprendí a mí misma. ¿A cuento de qué ese ego irreprimible?

A todo esto, que no debería haber contado nada de esta reflexión ex-ante-del premio, que luego estas cosas se gafan. Si no me lo dan, que sepáis que es por culpa de este post. Burla

Y sigo esperando news de Lucy...