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TRABAJO vs. DIGNIDAD

Antes, los abuelos solían decir que "el trabajo dignifica", las abuelas recomendaban a sus nietas que buscasen "un marido trabajador". "Y limpio", la limpieza era considerada una virtud a destacar (cuando algo es catalogado como virtud es porque no abunda en demasía, seguramente el abuelo que prodigaba las bondades del trabajo era un guarro y esa alergia al H2O -que alegaba tener- era sufrida por su resignada cónyuge "hasta que la muerte les separase").

A día de hoy, llevo 17 días trabajando sin parar, sin un p--- día libre de descanso y, aunque me ducho a diario -soy chica virtuosa-, doy fe de que el trabajo no dignifica, sino que fatiga, hastía, embota la mente y pone de mala hostia (me he propuesto evitar un taco de cada dos que pretendo decir, así que aquí tocaba).

¿Qué tendrá que ver el trabajo con la dignidad?, ¿las churras con las merinas?, ¿la velocidad con el tocino?, ¿el sexo con el amor? Pues nada. Que no nos vendan la moto.

Lo que dignifica es hacer lo que te gusta, disfrutar de los lugares, de las gentes, de la comida, de una peli, de un libro, de un pijama en un sofá y un programa basura y una taza de leche con galletas Digestive... y el trabajo, en su justa medida.

Menos mal que ya sólo me quedan dos días para acabar con esta cadena de curro sin fin. El viernes, cenuki de empresa, con amigo invisible incluido. Mañana iré a comprarlo... pero que difícil es comprar algo con un presupuesto preestablecido de 5 ó 6 euros. Hoy preguntaban los compañeros: "Oye, ¿pero lo vais a hacer en plan serio o en plan gag?". Creo que, con 5 euros, hablar de seriedad es igual que hablar de trabajo y dignidad.

Ahora sólo pienso en el finde. Y en descansar. Y en fiestear. Y en dignificarme. Así. De este modo. A mí manera.

GENERACIÓN Y

Leo en El País del domingo un artículo de Almudena Corral, directora de Calidad y Procesos en Hay Selección, que, por el hecho de haber nacido entre 1980 y 1986, me encuadra dentro de la que denomina generación Y, jóvenes que -dice- "disfrutamos del trabajo con fines cortoplacistas". Somos la generación bocadillo entre la generación del Baby Boom (nuestros precedentes de los años 60 y 70) y la generación X (que ya nació con el portátil, el euro y el móvil -ya pronto jubilado por el iPhone- debajo del brazo). Dice Corral que no entendemos el largo plazo, que no entra dentro de nuestra filosofía de vida, nos convierte en poco menos que profetas del Carpe diem laboral, huyendo del workalcoholic de nuestros padres. Y en parte tiene razón. Y en parte no. Tenemos derecho a mejorar, a buscar el trabajo que mejor se adapte a nosotros, a equivocarnos, a caernos, a replantearnos las cosas, a cambiar, a movernos y revolvernos; en definitiva, a ser infieles a las empresas para las que trabajamos. Al adulterio profesional. También es cierto que muchos jóvenes estarían encantados de cambiar su horizonte cortoplacista por un poco de estabilidad, pero nuestros derechos chocan con nuestras posibilidades reales, con un entorno precario y flexibe (a veces, demasiado flexible); es el escenario en el que nos movemos los licenciados veinteañeros bilingües o trilingües, que ganamos poco más de mil euros mensuales. Las empresas aplican la cultura de la sustituibilidad. Y nosotros nos adaptamos. Sobrevivimos. No es lo que más nos gustaría, pero es lo que hay. Banalizamos la relación corporativa y... En la salud y en la enfermedad, en las alegrías y en las penas... No sabemos si querremos, si aguantaremos o no. Veremos lo que pasa. No prometemos nada.

Mejor no prometer.

Este fin de semana nos juntamos dos de la generación Y en el curro, cubriendo el turno de noche, una del 82 y otra del 83. Qué peligro. La dinámica consistía en recordar canciones de nuestra infancia, buscar la letra en Google -nos debemos a nuestra generación- y cantarla. Así, terminamos rememorando canciones como ésta, que inevitablemente se me pegó durante todo el domingo:

 

Siempre quise ir a L.A.
dejar un día esta ciudad.
Cruzar el mar en tu compañía.

Pero ya hace tiempo que me has dejado,
y probablemente me habrás olvidado.
No sé que aventuras correré sin ti.

Y ahora estoy aquí sentado
en un viejo Cadillac de segunda mano
junto al Mervellé, a mis pies mi ciudad
y hace un momento que me ha dejado,
aquí en la ladera del Tibidabo,
la última rubia que vino a probar
el asiento de atrás.

Quizás el "martini" me ha hecho recordar
nena, ¿por qué no volviste a llamar?
Creí que podía olvidarte sin más
y aún a ratos, ya ves.

Y al irse la rubia me he sentido extraño,
me he quedado solo, fumando un cigarro,
quizás he pensado, nostalgia de ti
y desde esta curva donde estoy parado
me he sorprendido mirando a tu barrio,
y me han atrapado luces de ciudad.

El amanecer me sorprenderá
dormido, borracho en el Cadillac,
junto a las palmeras luce solitario
y dice la gente que ahora eres formal
y yo aquí borracho en el Cadillac
bajo las palmeras luce solitario.
Y no estás tú, nena.

 

Me encanta esta canción. A pesar de los años, conserva toda la melancolía y la tristeza.

 

 

En la próxima entrega, seguimos con el Loco y lo políticamente (in)correcto.

LA PUTADA DE LOS LUNES

Volver al lunes es volver a empezar, volver a ser nueva, volver a encontrarte. Volver a tu mesa de trabajo donde ya nada parece estar donde lo dejaste, tus cosas te resultan ajenas y necesitas un par de horas para desembocar en el descanso, darte cuenta de que es lunes y de que esta falta de concentración no es precisamente seña de profesionalidad.

Entonces, te bebes de trago un café cargado de máquina y te entran más ganas de llorar que si bebieras un cubata de absenta, Puaggg, q malo.

Después, vuelves a tu ordenador, a tu teléfono, a tus papeles. Vuelves a las caras de tus compañeros. A las anécdotas del fin de semana, a la nostalgia de esos momentitos mágicos de los viernes, de los sábados. Y te vuelcas en el trabajo esperando que lleguen de nuevo. Dentro de cuatro días. Quizás.

Y MI CASA ESTÁ PIDIENDO UNA MANO DE PINTURA

Y ALGÚN PUNTO DE SUTURA PARA HACER PUNTO FINAL

ESCUELA DE CALOR

Estoicamente, con la mente derretida, un menú insano -y no barato- de comedor de empresa en el gaznate y reprimiendo las ganas de siestear, he sobrevivido esta tarde a una reunión de trabajo soporífera, y no por ello menos amenazante. Resumiendo: más curro e igual salario. En esta ecuación, algo falla, se me escapa o, directamente, se han pensado que somos tontos. A mí que no me vendan motos, que no sé conducirlas ni quiero aprender.

He vuelto a casa derrotada. Este calor me va a matar. Ahora se supone que debería estar en la Gran Fiesta de Integración, en la que todos los compañeros de diferentes departamentos nos tenemos que hacer amigos por cojones para, así, sentirnos como en casa, ser todos coleguis y celebrar juntos los éxitos de la empresa, es decir, nuestros éxitos como equipo humano. Qué bonito.

Al principio caí en la trampa y dije que sí, que iría. Después me informaron de que era una fiesta sin alcohol y pensé que estaban de broma. Qué tipo de integración pretenden en una fiesta sin alcohol. Rotundo no. Por quién me toman.

Con la resaca de España en Semifinales -quién me iba a decir a mí que me tragaría un partido de fúrgol, cuasi-completo-, mi espalda quemada de la piscina, mis energías consumidas de perseguir ayer a mi primina de seis años en el agua y la tranquilidad de los temas que ardían ya tratados con quien correspondía, me despido.

NO DES UN PASO
NO DES UN MAL PASO
ESTO ES UNA ESCUELA DE CALOR

8 HORAS PARA EL TRABAJO, 8 HORAS PARA EL SUEÑO Y 8 HORAS PARA LA CASA

«Ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa» era la máxima de los movimientos obreros estadounidenses, que ya en 1829 solicitaron a la legislatura de Nueva York  la jornada de ocho horas (anteriormente existía una ley que prohibía trabajar más de 18 horas, salvo caso de necesidad). En 1886, el presidente de Estados Unidos Andrew Johnson promulgó la llamada Ley Ingersoll, estableciendo las 8 horas de trabajo diarias. Como la Ley no se cumplió, las organizaciones laborales y sindicales de EE.UU. se movilizaron y el 1° de mayo 200.000 trabajadores iniciaron la huelga. La prensa calificó el movimiento como «delirio de lunáticos poco patriotas».

Así que, amiguitos lunáticos, no os quejéis de las jornadas de 11 ó 12 horas -habituales en muchas grandes empresas de este nuestro país-, pues con vuestro sudor contribuís a levantar ESSPAÑA, hombre ya! Orgullosos deberíais estar.

Yo, de momento, trabajo 7 horas/día y duermo menos de 8 horas, así que debo disponer de mucho tiempo "para la casa", jeje! Ahora lo llaman así.

Feliz día del Trabajo, camaradas.

KEEP WALKING

Ayer llegué a las 22:00 a la Ofi, ambiente festivo porque han ascendido a uno de los coordinadores y la gente se iba de cena para homenajear al susodicho. Bien.

Yo tenía turno de noche, así que me quedaba sin cena, sin copas, sin farra, sin na. Mal.

El compañero con el que me tocaba currelar tiene unos gustos musicales bastante similares a los míos. Amenizamos la jornada con sus cedeses y mis cedeses de fondo. Bien.

La noche empieza calentita. Llamadas varias. El sistema da problemas para realizar ciertas operaciones. La cago en dos ocasiones, una por causas ajenas a mi voluntad y otra por mí misma y mis marismas. Preocupación. Mal.

Sobre la una, suben los compis que han salido de cena, haciendo el canelo y bailando el chiki-chiki. Nos traen dos cubatas de ron con cola. Bien. Muy bien. Viva el buen rollo. Consiguen que, por un momento, olvide mi rallada, mi metedura de gamba.

Se van de fiesta. A mí "sólo" me quedan siete horas de trabajo. Envidia. Mal.

Sobre las cuatro vuelven a subir. Esta vez, el grupo se ha reducido considerablemente. Quedan los supervivientes de la night. Los mejores. The winners. De nuevo, nos echamos unas risas. Bien.

Se marchan.

Mi vaso de ron yace vacío sobre la mesa. "Keep walking", dice, y tiene el dibujo de un señor dieciochesco caminando con ademán decidido. Abajo, figura una conocida marca de whisky... Ni bien ni mal.

Por la mañana, lo primero que hago es poner en conocimiento de mis pifias a la coordinadora. Me dice que no le dé vueltas al asunto, que lo solucionan esta mañana, que duerma tranquila (qué fácil suena todo...). Y ahí se ha quedado el tema.

Espero que, en efecto, se solucione sin grandes traumas.

De momento, I walk to my bed.

 

El próximo capítulo tiene dos posibles versiones:

VERSIÓN 1: magui keeps walking, o

VERSIÓN 2: magui haciendo coleguis en la cola del Inem.

¿Por cuál apostáis?

SAVIA NUEVA

La semana pasada llegó una chica nueva al trabajo, está de becaria y estos días la han puesto conmigo "para que le enseñe", dicen. La verdad es que la nueva compi es una super-woman, de ésas que sacan tiempo para todo: estudiar una carrera, trabajar de camarera los fines de semana, jugar al baloncesto y entrenar a un equipo de colegialas... y siempre divina de la muerte.

Me dice que le transmito tranquilidad, qué bonito, que soy buena profe... y se empeña en pagarme el café en el descanso "para agradecerme lo que le estoy enseñando" (mañana me toca a mí sin falta). Esta chica ha entrado con buen pie. Le veo arrojo y ganas y eso es importante.

Aunque menos mal que estudió Economía y no Psicología porque eso de que "soy muy paciente".... me hizo gracia porque es todo lo contrario y NUNCA NADIE me lo había dicho!!! Chulo

BASADO EN HECHOS REALES

El pasado jueves tuve una llamada de lo más freak en el trabajo, normalmente no nos permiten colgar a ningún cliente, pero en esta ocasión me vi abocada a hacerlo porque la conversación no tenía vía de escape posible de forma cortés. Luego me escucharán y me perseguirán los de Calidad, pero bueno... Me arriesgué a ello. La reproduzco y me contáis cómo habríais reaccionado vosotros.

Yo: ......, buenos días.

Cliente: Buenos días, señoritaaa (siempre que los clientes se refieren a mí de este modo no puedo evitar acordarme de la gran Gracita Morales)... Mire, es que estoy recibiendo la correspondencia bancaria de otro señor, concretamente de ..........

Yo: Síí, ajá.... (mientras ojeaba el horóscopo del ADN y la viñeta de Soulteros, me encanta).

Cliente: Y, mire, hablando en plata, ese señor es mi hijo y me está mandando a mí su correspondencia del Banco, que no es que me estén tocando a mí el dinero de mis cuentas, nooo, eso no, faltaría más, pero me jode que me tenga que mandar a mí sus cartas.

Yo: Claro, claro, lo que tiene que hacer su hijo es acudir a la Sucursal y cambiar su dirección de correspondencia y la fiscal porque probablemente esté desactualizada en la Base de Datos y aparece la dirección actual de usted, que sería la antigua de su hijo....

Cliente: Yo lo que quiero es que ustedes le llamen porque, mire, hablando en plata -al señor le gustaba la expresión-, hace casi veinte años que no me hablo con él y es un auténtico hijo de puta, me manda sus cartas del Banco sólo pa joderme porque soy un viejo que está solico... Y, además, su mujer es otra hija de puta....

Yo: Sí, diculpe, yo siento lo que le está ocurriendo, pero, como le digo, lo que tiene que hacer su hijo es ir a la Oficina para que le cambien los datos que nos constan. Yo desde aquí no le puedo ayudar porque sólo operamos con las claves personales y, por tanto, tendría que ser su hijo quien nos llamase para poder cambiar su dirección de correspondencia.

Cliente: (sin escucharme en absoluto) .... ¿No puede Ud. llamar a mi hijo y decirle que es un hijo de puta???!! -parecía indignado y todo, ante mi imposibilidad de ayudarle.

Yo: ¡¡*/!)^º??&%$!! (desesperada, con las manos en la frente de pura saturación del absurdo) No, lo siento, ya le he dicho que desde aquí no le puedo ayudar. Lo lamento.

Cliente: (obcecado y a su bola) .... Es que, además, ahora el desgraciau de él sa comprao una furgoneta de esas que llevan cama... cómo se llaman??? Usted lo sabe? Sabe a qué me refiero?

Yo: Indeciso (Dios mío!!!) No, no sé a qué se refiere....

Cliente: (para acabar de dejar patente la animadversión por su retoño) Lo que tendrían que hacer ustedes es llamar a la Guardia Civil, por mí como si lo tiran a un pozo, hablando en plata...

Yo: (una voz mecánica interior me alertaba de que mi paciencia estaba bajo mínimos: pi, pi, piiii, a punto de estallar) Mire, le voy a tener que colgar aquí, ya le he dicho que nosotros no le podemos ayudar y hoy hay mucho trabajo en la Oficina. Sintiéndolo mucho, le tengo que cortar...¿de acuerdo? Que tenga Ud. un buen día.

Cliente: Aaaah, buenooo, pues vale. Hasta luego.

Sinceramente, fue desesperante. Aunque reconozco que tiene su punto de humor. Buenas risas me he echado luego comentándolo con algunos compis. En fin, intenté ser lo menos grosera posible y aguantar el tirón como una campeona. Pero es que me entra cada uno....