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SON MIS AMIGOS

Madrugada de sábado, 1:35 de la mañana, de un 7 de marzo de 2009. Volvemos del cumpleaños de la Roci, filóloga triste -dice-, aunque yo no me lo creo. Cada vez que celebramos este tipo de acontecimientos en el grupo, doy gracias por tener los amigos que tengo. Porque los momentos a su lado hacen que la vida sea mucho más placentera de lo que ya nos sugiere a simple vista.

Mañana cojo el AVE por la mañana para llegar a Madrid, comer con mi hermana, y volar a Dublin por la tarde. Allí me espera gente a la que aprecio mucho, Pilar y cía., espero mucho de este viaje.

En la capital irlandesa estuve hace ya casi dos años, durante algo más de un mes -sacrificando Pilares mañicos 2007- y, aparte de mi querencia agresiva a la Guiness, me llevé también una amistad de carcajadas y lágrimas, de Grafton Street y Trinity College, de bongos y guitarras, agobios, resacas sanas y aeropuertos.

Ahora que las cosas han cambiado tanto, que ha corrido el tiempo repartiendo a su antojo incertidumbres y entretenimientos vitales, es el momento de volver y sentir que es un soplo la vida, un juego de encuentros y ausencias al que nos somete el dichoso azar.

Me muero por volver a compartir una Guiness y volver a divagar y versionar a Quique González partiéndome de risa en medio de la adversidad. Aunque hoy la adversidad me parezca una broma, ahora que vuelvo de estar entre amigos y me preparo para reencontrarme con más gente querida.

Será que el vino de la cena me ha alegrado el corazón.

O será que hay que sacar más esta alegría a relucir. Y dejar de lloriquear por estupideces que no nos llevan a ningún puerto.

Me voy a dormir.

Sólo quería comentar que, aunque os lo digo poco, os quiero un montón -a los que compartimos ciudad y a los que la aventura de vivir fuera nos ha separado, aunque sólo físicamente.

Gracias por estar ahí. Y perdonen la melancolía.